lunes, 10 de abril de 2017

Muerte en diferido

Ros nunca fue mi mejor amigo. Ni siquiera le hubiera considerado un amigo cercano. Pero era sin duda el único al que le tenía simpatía sincera del elenco de personajes que conformaban él, su mujer, y un montón de sus conocidos de Filipinas que iban pasando por la barra y el escenario del bar que regentaba.

Acababa de bajarme de un taxi y caminaba por primera vez, guiada por una amiga, hacia la puerta del lugar cuando un señor bajito, a quien la habían soplado mi procedencia me llamó a golpe de "¡Eh, chica!" y un gesto apremiante. Cuando me acerqué, me tendió la mano y se presentó. Después, con los ojos fijos en el tatuaje de mi pecho, se señaló la ingle y, entre risas me preguntó "¿Tienes otro tatuaje ahí abajo?". Quizá porque Ros tenía que pasar ya los 60, quizá porque iba vestido de rapero con una camiseta y una gorra que le quedaban patéticamente grandes, quizá porque me parecía lamentable que, de entre las dos personas que podían entender su chiste en perfecto castellano, solo a él le hiciera gracia, decidí no matarlo allí mismo.

Tonterías a parte, a Ros le gustaba hablarme de todo un poco. Nada destacable ya que en aquel puñetero antro todo el mundo venía (casi a cuatro patas) a contarme sus batallas, penas y glorias después de muchas cervezas. Lo cierto es que, contra todo pronóstico, resultó ser un tipo bastante legal: entre mucho drama (con el cual yo hacía malabares para no verme salpicada) nunca se metía en la vida del resto y, a menudo contestaba "no sé" cuando le preguntaban acerca de nadie, mientras se encogía de hombros y hacía mutis por el foro sin ningún disimulo.

Nunca lo vi realmente borracho, ni tampoco me cubrió de abrazos falsos, ni tomó mi cabeza entre sus manos para darle besitos como si fuera yo un niño Jesús, como hacía su mujer cada vez que yo cruzaba el marco de la puerta del bar. Además, cantaba y tocaba el piano muy guay, que siempre está bien.

El caso es que Ros ha muerto. Siempre resulta extraño pensar que no volverás a ver a alguien en concreto porque ya, de pronto, no está. Pero además, cuando esa persona muere lejos, parece imposible. Porque una ha abandonado el lugar del mapa al que lo había clavado con una chincheta mental, como si fuera un monigote de papel, un títere, un autómata que se pondría en funcionamiento otra vez solo si esta narradora volviera al lugar en el que se veían habitualmente. Porque somos tan egoístas que nos parece que el mundo gira, se mueve, respira y está iluminado, solamente allí donde nos encontramos en ese momento.

Ésta otra amiga mía tildaba nuestra pequeña ciudad de "Infierno Chiquito", en el que nada pasaba desapercibido a otros ojos y todo era después procesado con mala baba por el cerebro ajeno y contado después como buena gana le diera al interlocutor. Una de las grandes artífices de la magia del cotilleo (con o sin mala intención, quizá simplemente por aburrimiento) era precisamente la esposa de Ros, cuyas muchas e insistentes cuestiones yo esquivaba como un entrenado Neo en Matrix evitaba las balas. También adoraba las redes sociales y, en ellas, uno podía seguir su apretada agenda de cumpleaños dichosos, aciagos aniversarios, alegres días de iglesia y… también felicísimos mensajes de apoyo a Duterte durante el periodo electoral.

Aunque esta señora (contra la que nunca tuve nada que decir), no me caía lo suficientemente bien como para abrirle las puertas a mi mundo a través de todas las redes sociales y he ignorado descaradamente sus solicitudes de amistad en aquellas que uso de vuelta a Occidente, me pareció correcto hacerle llegar un escueto pésame mediante una aplicación china en la que seguíamos relacionadas. Tras escribirle un mensaje, decido ver si encuentro algo de información de qué le pasó exactamente a Ros en su muro, para no tener que preguntárselo directamente y meter el dedo en la llaga. Lo que veo, lo que leo, supera mi capacidad de sorpresa y… y... qué coño, la palabra que busco es "asco".

Annete ha seguido de cerca los últimos días de Ros. Ha estado allí a su lado, pero no sé si como pareja o como reportera de guerra. Dos días antes de su muerte, ha grabado vídeos de las visitas que han recibido para agradecérselo públicamente porque… seguro que es para ser reconocidos en un timeline para lo que esta gente se ha cruzado parte del Índico, y no para estar al lado de su amigo. Pero los vídeos escalan en detalles y morbo: antes de ayer, Annete grababa primeros planos de las cicatrices que una intervención había dejado en el cuerpo de su marido y el propio día de su muerte colgaba dos vídeos: uno de unas curas por la mañana y otro, por la tarde, del momento en el que, tras un intento fallido de reanimación, los enfermeros retiraban un respirador artificial manual de la boca vendada de un irreconocible Ros.

No sé qué aportan estos vídeos a nadie. Ni siquiera sé por qué narices alguien que amaba a este hombre y que ya ha publicado tres millones de fotos antiguas con lemas del tipo "te echo de menos" querría verlos y recordar sus últimos y angustiosos momentos en un hospital. Me pregunto si sentimos a través de la pantalla del móvil o si solo somos capaces de expresarnos a través de su teclado. Me quejo a menudo de las muchas muertes en directo y la repetición de estas mismas imágenes atroces en bucle en prime time, de lo mucho que nos recreamos en los detalles escabrosos de cualquiera a cambio de unas migajas más de audiencia. Pero esto escapa a mis elucubraciones más oscuras y me hace plantearme si la dignidad de cada una acaba donde terminan los móviles y los Facebooks del resto.

domingo, 22 de enero de 2017

The Magic of Circus

Like the circus are in life most things,
sadly enough but as real as this:
if you want to keep the magic feel,
don't get too close to those you need
'cause you might find out the trick
or have the cracks on their paint seen.

viernes, 25 de noviembre de 2016

El invierno en otros lugares que no son Lisboa

En la casa de locos que era mi hogar desde mi infancia hasta la partida de mi padre, allá por los veintiuno, las inverosímiles reglas de comportamiento cambiaban casi cada día atendiendo a las caprichosas ocurrencias de mi progenitor. Recuerdo, por ejemplo, que durante semanas la palabra “adiós” estuvo prohibida. En la cabeza del señor regente, el vocablo se había desgranado hasta convertirse en dos entes interdependientes “a” y “Dios” que, si puestos juntos, como en la dichosa interjección, venían a ser una especie de maldición que mandaba bien al orador, bien al interlocutor, bien a ambos, a una muerte segura, que los pondría frente a frente con el Supremo Arquitecto.

Quizá porque se me hizo cuesta arriba sacar una expresión de uso tan común de mi vocabulario diario, esta neura siempre me pareció una canallada sin sentido. Aunque sigo sin compartir la visión de mi padre al respecto de los “adioses”, sí que se han ido estos cargando de un poderoso significado a lo largo de mi vida. Como si hubieran ganado peso. Como si ahora fueran más difíciles de articular que términos tan farragosos como, digamos, “esternocleidomastoideo”.

Ahora, que parece que vivo en un aeropuerto o en una estación de tren. Ahora que me veo forzada a decir “adiós” sabiendo que a veces es para siempre. Ahora que “adiós” no siempre puede cambiarse por “hasta luego”, ya que “luego” significa meses o años de distanciamiento. Ahora que aquel hermoso lugar al que llamo casa está al menos a un día entero de viaje, parece que yo también le estuviera cogiendo miedo a las despedidas.

Quizá es también por eso que echo tanto de menos mi hogar, porque la idea de no volver a verlo es a la vez remota, pero real y me crea un nudo en el estómago que solo se disuelve preguntando a los que siguen por allí cómo de revuelto se ha levantado el tiempo hoy. Y extraño sensaciones, visiones, detalles que quizá de habitual se me escapen a los sentidos cuando mi rutina está vinculada a mi barrio. Menudeces que me asaltan desde antiguos baúles polvorientos en la trastienda de mi subconsciente ahora que ansío respirar ese aire que rozó mis pulmones por vez primera.

Echo de menos la piedra redondeada de las esquinas de las casas del Casco Viejo, el patrón cuasi semicircular de los adoquines del suelo, el olor de las panaderías por la mañana y el ruido que hacen los hosteleros cuando arrastran mesas y sillas hasta sus terrazas: esas terrazas absurdas de Bilbao, cubiertas con metacrilato por todos los flancos para que el incesante goteo que nos viene del cielo durante todo el año no llegue a tocarnos.

Echo de menos los puentes, los bollos de mantequilla, los montes siempre al fondo (todos los fondos), el paraguas plegable como un apéndice del bolso o mochila y la gente esa tan seca de primeras pero tan bondadosa cuando se les rasca la superficie.

Echo de menos icluso las cosas que tienden a ser odiadas. El color gris del cielo, el sonido del metro yéndose (ese metro que era ya el único que podía permitirte llegar a tiempo) y el olor de La Ría cuando está baja.

Es por eso que para quien sueña con volver a ser acunado en los maternales brazos de su ciudad de origen, resulta inconcebible que la tierra propia, que siempre se ama tanto, se pueda ver desde los ojos de quienes en ella viven por necesidad y no por placer a través de un iris borroso de melancolía o incluso fealdad. Igual que ellos miran cansados el paisaje que tienen delante de sus narices, hogar de otros tantos.

martes, 27 de septiembre de 2016

Instrucciones para respirar

Hágase con un libro de anatomía. Ábralo en la página en la que se muestran los órganos internos (quizá antes del sistema nervioso, quizá después del esqueleto) y averigüe dónde se hallan sus pulmones. Este paso puede usted hacerlo de pie o sentado, pues su posición será indiferente para el proceso de aprendizaje.

Una vez haya usted estudiado esa página, busque aquella del sistema respiratorio (quizá antes del sistema digestivo, quizá después del aparato reproductor) y trate de entender cómo el aire que usted absorbe por su nariz o boca llega a hinchar los pulmones, que ahora sabrá se encuentran en el pecho.

Deje el libro a un lado. Si es uted una persona muy organizada, vuelva a ponerlo en su lugar en la estantería (quizá antes de un atlas mundial, quizá después de una enciclopedia de cocina), ya que el siguiente paso requerirá su total atención, y la idea de objetos desordenados a su alrededor podría alterar su capacidad para concentrarse.

Ahora póngase de pie e inspire. Es decir, haga fuerza desde el interior de su cuerpo para sorber con la nariz como si fueran sus agujerillos el centro de un remolino furioso. Sus pulmones se hincharán como globos y usted habrá de parar la inspiración cuando sienta que ya no tiene espacio para más aire. Ponga cuidado en frenar a tiempo ya que estudios científicos científicamente probados por científicos estadounidenses muy importantes demuestran que una inspiración demasiado larga puede hacer reventar pulmones pequeños o débiles.

Retenga el aire en sus pulmones durante algunos segundos. No lo haga cautivo mucho tiempo porque en el estudio arriba mencionado se habla de individuos que murieron también por esta causa, habiéndose primero tornado azules. Un tono de azul como el de Ives Klein. Quizá demasiado morado.

Deshágase después del aire soltándolo por la boca como soltaría frente a un precipicio la mano de ese cliente molesto que a veces le hace millones de preguntas sin sentido para después no querer sus servicios. Deshágase del aire de dentro de sus pulmones como si se deshiciera de sus ansiedades. Quizá pueda, de hecho, hacer ambas cosas a la vez.

Repita hasta el fin de sus días. Recuerde que de no repetir con constancia, será el fin de sus días. Tenga también en cuenta que, tal y como quizá recuerde del tratado de anatomía del primer paso, los pulmones están cerca del corazón. Por lo tanto, si uno se olvida de respirar, bien se encogen por falta de aire y quedan fláccidos, haciendo que el músculo del amor caiga hasta los piés; bien se hinchan por exceso de gas y lo oprimen hasta que ya deja de latir.

domingo, 1 de mayo de 2016

Do it to Julia! Not me!

The whole thing feels like a film. Like if you were watching it on a huge flat TV screen or through the eyes of someone else. The white vehicle speeding up next to you, the loud arrhythmic siren muting any other noise in the street, the light of it reflecting on every surface on the walls: blue, red, blue again. You feel some kind of unwholesome curiosity as you see it get through your neighbourhood and let your mind erratically rumble through other corners of your mind when it gets out of sight.

Then, when you approach the house just to see the ambulance parked right in front of it, its back doors wide open, the dream starts. And you will later remember thinking of it as a dream because it was even more ethereal than before, a little weird voice inside your head screaming it couldn't be true all the time. You will also have the impression that you didn't walk but float because your brain was so busy registering new information that the sound of your steps or the feel of your feet on the ground won't be recorded in your memory.

Then you prayed to gods you didn't know you could think existed. To all. To no one in particular. You pray to yourself it's not your floor, not your door, not your flat. And again you fly, upstairs this time, and you know that whatever the end of the fantasy is, no matter if your life is being fucked up right now or not, you will feel a very real pain in your stomach when the pressure leaves you. And you may vomit, and you may cry, and you may need to hold onto something because you are about to faint.

And it gets worse because your door is open. And you can hear noises and the paramedics shout although you cannot understand their words. Everything is spinning and some weird darkness enters your body through the corners of your eyes. But you cannot let the world go and you shake it out of your head. You have to stay firm and stand.

You will survive now. It's not difficult given the chaos and the confusion. But you realise tomorrow things will somehow calm down and fall into their places. The day after, if not. And at some point people will expect you to perform normal activities such as answering the phone or even breathing and to leave the pain behind. Your suffering and its reasons won't be mentioned on the newspapers and the subway and trains will keep on running. Nothing will have changed for the rest while nothing will be the same for you again and you will hate random men and women and kids in the street for their ability to smile.

It cannot be you. It was never you before. You should be one of the others, on the side where the grass is greener and the sun always shines and birds sing like a perfectly harmonious choir. That has always been your role in the theatre of life. You master your lines, you make the right comments and, like you had been rehearsing for it, you pat people on their backs when it's expected. That's why you prayed it wasn't you. Because that is fair. Because drama is what happens at least one door away.   

martes, 17 de noviembre de 2015

David entre tantos otros

Tu pelo es una siembra de oscura cebada
tus ojos piedras de azabache en pura plata,
tu perfil acantilado sobre la playa.
Tu cuerpo es un árbol, tus manos sus lianas.

Tu voz me envuelve. Tus palabras son melaza.
Tu hablar es dulce, como miel que se derrama.
Decires de canela y azúcar de caña
entran por mis oídos confitándome el alma.

Por mí dices morir, por mí hoy te desangras,
te arrancas la piel o te sacas las entrañas.
Sin mi presencia no hay aire, luz, tierra o agua.
Te hieren los espacios donde no me hayas.

Llegado el ocaso, cual máiz te desgranas
se convierte en hiel toda sabia azucarada
y el candor de aquella antes ardiente mirada
se torna gélido y me congela hasta el alma.

El viento de tu voz que antes me susurraba
quiebra a su antojo cosechas de caña y palma.
Tu piel, que es mi sol, esconde su aura dorada
tras el silencio enrocado de una montaña.

Los juramentos veloces rápido marchan
quedan sólo ecos resonando en la distancia.
Y el banquete de tu amor se vuelve migajas
pues tus promesas de ayer no eran sino falsas.

jueves, 2 de abril de 2015

Marineros de ciudad

En una primera cita, Elena siempre le pedía a su acompañante que le mostrase sus manos. Las tomaba entre las suyas, las observaba con detenimiento y las rozaba con los pulgares. Ella creía que, a través de esta exploración minuciosa podía acceder al alma del dueño de las extremidades en cuestión.

Su padre había sido pescador. Recordaba la fuerza desmedida de sus abrazos y sus caricias rugosas, con dedos morenos y palmas ásperas pero llenas de amor cuando iba a recibirlo al puerto. Las manos de su madre, que cortaban pescado y arreglaban redes casi a diario eran también un vasto campo de cortes y durezas.

Ahora ella vivía en una gran ciudad. Su familia había invertido tiempo y dinero que ella tuviera un trabajo cómodo y ese "mejor futuro" del que tanto se hablaba en los pueblos hace pocos lustros y en el que nadie cree hoy en día. De este modo, además de esforzarse por conseguir siempre unas notas excelentes, aprendió arte, idiomas y música en sus ratos de ocio. Sus manos nunca sufrieron los ataques del agua, el viento o la sal.

Así, Elena sostenía las palmas de su posible siguiente príncipe azul y sentía que el corazón se le derretía cuando reconocía en ellas una dura profesión. Y sentía después que ese músculo lleno de sangre que le habitaba el pecho se le encogía cuando pensaba en cómo el amor de aquel hombre de quién ya se estaba prendando irremediablemente le podría ser injustamente arrebatado como el mar le robó a su padre una tarde, cuando ella lo esperaba en la orilla y nunca lo vio llegar.

miércoles, 14 de enero de 2015

El reencuentro

Caminas por la gran ciudad como perdido, buscando algo que te recuerde a mí, teléfono en mano por si, a través del cromo y el cristal, hago acto de presencia.
Aún recuerdas mis dedos rasgando el aire, una seña, un saludo, cuando en pleno enero el sol decidió regalarnos un día claro y cálido, para que calor sintiéramos al volver a encontrarnos. Salías apresurado del trabajo, la corbata demasiado suelta para resultar elegante, el cabello algo alborotado y el gesto expectante, como un reflejo de tu corazón. Querías encontrarme pronto y era fácil avistar a la chica de colores entre la homogénea muchedumbre gris con la que has contraído matrimonio, al menos de lunes a viernes. Te asombrarías al verme. Seguro. Porque siempre se asombran aquellos que hace mucho que no se rozan con las pupilas. Y yo me asombré también.

¿Dónde has dejado al chico que soñaba asomado a su mapa del mundo, que vivía en el camino y volvía después, cansado pero sonriente, a posar su vista en el mágico papel que le mostraba, estampados en colores, todos los posibles horizontes, para marcar con chinchetas sus nuevos territorios conquistados? ¿Cómo sobrevive el pajarillo mochilero del que me prendé perdidamente hace ya mucho tiempo en esa burda jaula de cemento blanqueado, sin trazas de arte o creatividad pero que inadecuadamente, como con ironía o en socarrón tono de burla, llamaron Picasso? ¿Cómo extenderá sus alas si se las cosieron a un traje? ¿Cómo alzará el vuelo si sus pies se ven obligados a arrastrarse amargamente sobre el asfalto cada mañana?

Me agarras, pero no con las manos, sino con el ansia. Tratas de atraparme aunque sabes que me escaparé entre tus dedos como arena fina de las playas de esos confines de la tierra que visitamos sin el otro. Soy una prueba, prueba que respira y camina, de que existe otro modo, otra manera, otra salida. Y cuando me hablas, cuando me sientes, es como si tú también hubieras escapado.
Quiero besarte como si fuera yo un príncipe salvador y tú una aletargada Blancanieves que necesitará una lengua que le hurgara más allá del paladar para sacar de su garganta un fragmento de fruta envenenada con rutina y devolverte así a la vida. Que mis labios te succionen, te arrastren conmigo fuera del asfalto y de lo conocido, que acaben con tu letargo.

Y quizá debería gritar "¡Ven!" con todas mis fuerzas, hasta que no quedara aire en mis pulmones, hasta que mis ojos se llenaran de lágrimas por el esfuerzo, hasta que mi voz se quebrara. Pero no lo hago. Y quizá deberías gritar "¡Voy"! o no gritar, pero sí venir, o ir, o no sé, pero dejarlo todo esta vez. Pero no vienes, ni vas, o no sé. Y, a pesar de la desazón y la inquietud, mañana el gran astro ardiente volverá a salir por el este. Y se pondrá por el oeste. Y seguirás saludando a tus vecinos. Y todo permanecerá plácidamente inmutable, aunque incómodo, como los lustrosos zapatos de tu primera comunión. Y yo me habré ido y ya no te molestaré como motita de barro, de barro del camino, en el ojo.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Efímero Amor de Campaña

Por vivir en la carretera, el corazón se ha helado.
Amor de dos noches, piedra preciosa en el zapato,
compañero fugaz, polvo de estrella en el camino,
mueren en mi útero los hijos que nunca tuvimos.

Tu nombre no importa porque no podré recordarlo,
tu sonrisa habrá de perderse entre otros dientes blancos.
El color de tus ojos enamorados, por mismo,
verdes, azules, o negros de gitano adivino.

Desesperados por cariño prometemos tanto
olvidando a gusto que el alba habrá de separarnos
pues el alma nómada apremia a hacerle a los pies caso
y nos arranca de los brazos a ese nuevo amado.

Abrir el alma al mundo es firmar solitario sino
a la mesa habrá siempre sólo una copa de vino
mas la sonrisa que nos dibuja un nuevo destino
no la brinda un esposo, ni su cariño o su mimo.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Crave (Tribute to a dead writer and a living man)

I want to learn how to make perfect coffee in your tiny coffeemaker and hug you from the back when you cook tomatoes with mozzarella although you will insist I have to sit down and I want to go trough all the souvenirs from your shelf that you bought around the world and which remind me of my own although the they are not the same and play chess and highlight the fact that the first time we played I put you in check first and I want to make you angry and then have to work hard on "dis-angrying" you for ages because you have your head low and say you're not a machine and cannot get happy by pressing a button and if I hurt you I hurt you and you don't want to smile but in the end you do and then I smile too and then it's all good and I want to count the moles from your back and go to trendy bars and see you enjoy seeing other men look at me and I want to drink your tea from Russia or my tea from China and change books with you and let you choose my food sometimes because I feel overwhelmed by the variety of huge menus and go out the house wearing our stupid Soviet military outfit knowing people will stare at us and you will say it's like Carnival although it's not and I want to interrupt you while you speak because I do it all the time and say "sorry" then and try to wake you up in the night to make love knowing you will answer you need a bit more sleep and we will only fuck in the morning and I want you to talk badly about the job in the office and feel you still like it after all and hear you say you're trapped like a hamster but see you laugh while saying it too and just look at you when you cannot see me so that I can catch a glimpse of what I think is your soul and set Christmas decorations all over the house and show you my poems and my photos and hear you say they are the best although they might not and I want to bite cherry tomatoes with you and bite your lips while and have a bad time because you shout "blowjob" in restaurants and bars just to make me feel embarrassed and plan a trip somewhere far and look at you like I was licking you with my eyes until I make you feel uncomfortable and I want you to tell me about your sister and your dad and your mum and how much you love them and how they get you on your nerves too and tell you about my mum too and let you find a solution for every problem I have and find myself a solution for everything which bothers you and let you tell terrible jokes and laugh at them because they're funny and buy candles and spread them all around the room and say "surprise" and I want to make you get scared from time to time because it's funny to see you jump and curse and I want to tell you dirty things in Spanish and hear you answer them in Italian and wear one of your old T-shirts as a pyjamas and sing aloud in your car and write you letters and make a scarf for you and rest my head on your chest so that I can listen to your laugh from inside you and let you know that this type of writing is called "interior monologue" and that it surprised the public and critics in the 20th century although you may already know it and let you also know that this piece of shit is inspired in a text by Sarah Kane that reminds me of us although you might already know that too and I want to tell you how much I like you and mention little things you do and are amazing because you feel so special when I do so and maybe tell you I love you one day and hear you saying that home is wherever I am and make the impossible turn possible and be romantic with you because romantic is the only way to be with you and really be with you because the distance is gone and feel we will never lose each other because you cannot lose a part of yourself

martes, 7 de octubre de 2014

Errando Dos Veces

No creí volver a tu orilla en mi barca,
a que se reencontraran nuestros mundos.
Jamás pensé que ardería fogata
donde no quedaban brasas ni humo.

Quiero abismarme en tus ojos de moro,
rozar tu piel de color de avellana.
Abrir en tu pecho una gran ventana
y escuchar latir tu corazón de oro.

Contagia a mis labios sonrisa blanca,
tizna mi alma con deseos oscuros.
Perfúmame de azahar y naranja
destilados de tu cuerpo desnudo.

Quiero escuchar las palabras que añoro,
susúrramelas con tu voz gitana.
Y entre tus suaves manos alazanas
dale a mi espíritu amparo y socorro.

viernes, 8 de agosto de 2014

一点水


只是水
是不是?


只是水
是不是?


只是水
是不是?

但是
一点水

不是雨
不是河
不是海

jueves, 19 de junio de 2014

Song of a Restless Traveller

I don't wanna live too long,
but I wanna live before I go.
I ain't gonna be a passenger,
'cause I can control the road.

Every little step I take
makes me awake and aware
that I hold power in mi hands
to always choose my way.

I'll always be what I am
loyal to me, soul in calm,
won't cover myself with lies
even if all think I'm mad.

I know I can fly real high
I know I can touch the sky.
I'm a river, not still water.
I won't get rotten, then die.

jueves, 12 de junio de 2014

Ensayo sobre las siestas eternas

Gente que se aburre con las películas muy largas. Gente que nunca ha robado manzanas de un huerto. Gente con miedo a tener miedo. Gente con un color favorito. Gente que tamborilea los dedos contra el volante cuando se ve atrapada en un atasco. Gente que se compró unas gafas para mirar el mundo a los 14 y no se ha vuelto a graduar la vista. Gente que dice que no viaja porque todo puede verlo por televisión pero que realmente tiene miedo de marcharse sin una razón para volver. Gente que sólo gasta solidaridad y cariño en Navidad, como si fueran productos estacionales. Gente que no cabe en sí de gozo porque no se le ha pasado el arroz. Gente que habla del peligro con el entrecejo fruncido. Gente estática y temerosa del cambio. Gente que domina su semblante cuando la situación lo requiere. Gente que se defiende con el inglés. Gente que te mira y se congratula porque cree saber lo que estás pensando. Gente a la que le agobia el futuro. Gente que mira hacia atrás. Gente que juzga los libros por los resúmenes de sus contraportadas. Gente que no llora para que no se le corra el Rimmel. Gente que se compra una casa con jardín e instala una valla blanca y picuda alrededor para mirarnos desde detrás con fingida soberbia. Gente vacía de sentires y con la voz aguda, como rechonchos globos de helio. Gente con sofás gastados de tanto sentarse en ellos a esperar que quizá mañana sea memorable. Gente que dice entenderte sólo cuando está borracha. Gente que no grita ni susurra. Gente que piensa tanto sus respuestas que las preguntas dejan de tener sentido. Gente que no lleva la contraria. Gente monocroma. Gente que no corre. Gente que no vibra. Gente que está más muerta que viva. Gente a la que se podría enterrar ya. Gente plácidamente dormidita.

En agradecida respuesta a un Ensayo sobre la rutina

lunes, 12 de mayo de 2014

Thunders, lightnings, songs

The storm was coming.
He liked them, although he was just a little baby.
He liked them because when the rain was pouring hard and the wind seemed to go all mad, his father would pick him up from the floor and sit him on his lap, on the rocking chair by the window. Then, they watched the lightnings and listened to the thunders together, their bodies pressed against each other's. Sometimes the man would sing for him, his little son, in a rather quiet voice. Old lullabies in ancient languages that linked them too, that made them one along with their ancestors and the ground under their feet.

Those intimate moments may have been what gave him the strength and power he usually showed  in front of the others. That façade of calm and peace he was so proud of.
Maybe those storms turned his head and heart into the uncontrollable and wild sea of feelings he, most of the time, felt he was sinking into.

He liked this crazy weather but he would cry sometimes so that his father wouldn't take him for a tiny adult and think he didn't need his strong arms and his songs anymore. He would never get scared. Not then, at least.
However, one day his father was not there to hold his hand anymore. Without even realising, he had, all of a sudden, become a grown up. He was standing on his own.
And he sometimes sings the same old rhythms for those who cannot sleep at night. And he wishes it was not him, but his father who sang. And he wishes it was not for me, but for himself the comforting words are being spelled.

viernes, 9 de mayo de 2014

La lengua de las mariposas

Había oído hablar sobre la lengua de las mariposas. Pero aquella era otra de las miles de maravillas de poca importancia, rutinarias y cotidianas, de las que aún nunca había tenido ocasión de ser testigo.

Todo ocurrió en un instante. La polilla se posó, con la levedad con la que cae una pluma, sobre el tapón azul de una botella de refresco. Ella, enferma y débil, se quedó mirando aquella enorme alevilla como si en un batir de sus alas se encontraran todas las respuestas a las preguntas que le habían rondado por la cabeza mientras se había visto obligada a guardar cama.

Nunca había podido observar un animal parecido tan de cerca. Pero, con aquel desparpajo (mitad bizarro, mitad estúpido) tan común en las polillas, que se sienten irremediablemente atraídas por peligros hermosos tales como el fuego asesino de algún pábilo candente, aquella decidió asentarse tan próxima que, aunque se limitó a observarla, podría haberla aplastado entre sus dedos sin tener que extender apenas el brazo.

Sus ojos color miel, redondos y casi demasiado grandes para la diminuta cabeza, se movían rápidamente, como comandados por una inteligencia que no se le presupondría a un invertebrado.
El resto de su cuerpo, quizá repulsivo para muchos, se le antojaba repleto de matices y patrones, dibujos fractales de diferentes tonalidades ocres y parduzcas, que no habría podido distinguir en la lejanía. Le resultaba hermoso.

El insecto abrió de pronto la boca y de ella salió un inmenso tentáculo con vida propia que sorbió, probablemente, algún resto de azúcar de la bebida gaseosa sobre cuyo envase estaban apoyadas sus seis patas. Era una especie de latiguillo infinito y enrollado como una espiral, todo del mismo color marrón que el resto de su ser, pero anormalmente largo comparado con éste, y que se movía como a saltos, como a empellones, como si la energía no le llegara de forma continua sino en felices ráfagas de locura.

El tiempo parecía detenido, como invadido por una súbita cachaza que le impidiera avanzar. Los segundos se arrastraban lentamente, cual recubiertos por un espeso y sudoroso manto de sabor dulzón que les limitara los movimientos. La mujer, sentada a la mesa de la inmensa y colorida cocina, rodeada de ajos y pimientos, fatigada por el calor y los males de su cuerpo, se quedó también enredada en ese minuto.
De repente, la mariposa rompió el hechizo alzando el vuelo y salió por la ventana, con una decisión tal, que cualquiera hubiera dicho que llevara meses planeando su rumbo. Ella, al verla, se prometió a sí misma que mientras viviera, no permitiría que volviera a escapar a sus sentidos ninguno de los detalles que hacen cada día diferente y valioso.

domingo, 30 de marzo de 2014

Lírica de la vida sencilla

Para ti, hijo, ansío lo mejor.

Ruego por que tengas una vida normal y corriente. Por que camines con la cabeza gacha, sin apartarte nunca del camino bien perfilado por otros miles de pies. Por que vuelvas del trabajo agotado tras una productiva jornada en la que sacaste adelante cada tarea que de ti se esperaba, relacionada con asuntos que realmente no te importan un bledo.

Quiero que te cases tras un noviazgo de unos tres años. Con una mujer de belleza moderada y que sepa comportarse en sociedad. Que tenga un trabajo medio y te pregunte cómo te fue el día mientras te sonríe y aprecias tristemente la vacuidad de sus ojos e imaginas que ella será a su vez consciente de la tuya. Que tengáis dos hijos, quizá en momentos inesperados, por los que sacrificar algún viejo sueño que, sinceramente, nunca pensaste cumplirías.

Os deseo a ambos que el corazón nunca os rebote con fuerza contra las costillas, sino que simplemente, muy de vez en cuando, lo notéis saltar de manera discreta por acontecimientos que el resto de mortales os han hecho creer que merecen la pena, como comprar un coche nuevo, hacerse con una televisión mayor o fantasear con unas vacaciones en un resort de playa.

Dedica todo tu tiempo libre a la ociosidad tanto como te sea posible. Ríe con los programas de moda y tararea insípidos estribillos de canciones pegadizas cuya letra, en un idioma extranjero, jamás llegarás a comprender.

Y nunca hijo mío, nunca, bajo ningún pretexto, alimentes tu intelecto, pues es un perro infiel cuya hambre no hace sino aumentar cuanta más vianda se le otorga, y los miles de interrogantes que se te plantearán si le abres las puertas al saber no te servirán sino para complicar tu existencia.

Rezo por que resultes gris, insulso y vulgar. Por que la pasión te sea algo ajeno: una palabra hueca que escuchas en las películas estadounidenses que de vez en cuando ves, dobladas, en el cine más cercano a tu casa. Que nunca la sientas, ni por un instante, bombeando fuerte la sangre a todo tu cuerpo, a tus sienes en especial, porque si te alcanza, ya nunca te soltará, como presa entre las duras mandíbulas de una bestia temible y amenazadora.
Porque entonces, te convertirás en un poeta.
Y estarás perdido.

domingo, 23 de marzo de 2014

Antítesis

Pronto descubrieron que cualquier acción que emprendieran juntos, bien pasiva como hablar,  bien activa como un paseo por un parque, los llevaba irremediablemente a hacer el amor de manera apasionada. Quizá fuese porque no se sentía como algo sucio, sino como la única y natural forma en que podían expresar plenamente lo que sentían respecto al otro, tras largo tiempo de brindarse caricias, abrazos y besos castos en la mejilla, en las sienes.

Rápidamente adivinaron que no podían simplemente dormir el uno al lado del otro, sino que habían de mezclarse, de fundirse en desorden bajo las sábanas. Tenían que desdibujar las fronteras que dividían el cuerpo propio del amado, acurrucados como animalillos que buscaran calor, sin tontas ropas que pudieran impedirles encontrar siempre al otro, con cada leve movimiento.

Se dieron cuenta casi instantáneamente de que el rostro que encontraban a su lado por la mañana, que confería luz a la habitación pequeña y casi en penumbra, haría doloroso vislumbrar después la insulsa y pálida almohada, una vez tuvieran que separarse. El té de las mañanas les resultaría amargo, el sol más brillante tenue, el trabajo menos interesante, las charlas algo mundanas...

Y así se daba la mayor de las paradojas, pues si bien estos momentos los llenaban de fuerza y energía y les hacían ver con nuevos ojos, tintados de felicidad sus cristalinos, cada detalle del mundo que los rodeaba; ese mismo mundo exterior se volvía, asimismo, cada vez un poco más gris e insignificante, de tanto como juntos se coloreaban los corazones, de tanto como los pintaban con regocijo.

jueves, 20 de marzo de 2014

Sinsentidos cóncavos y esdrújulos

Metralla por compasión,
voz de agrio saxofón.
Batallón de envenenamiento,
mentiras lanzadas al viento.

Seca piel de limón,
desvencijar algodón.
Cíclope parturiento,
olor a estarse pudriendo.

Recalcitrante jirón,
estratocúmulo. Perdón.
Alquitrán en movimiento,
cadena de pensamiento.

Idiotas de profesión.
¡Abatan esa canción!
Estrecho apartamento,
dolor que se va lento.

Relincha un esternón,
farándula de apagón.
Súcubo del sarmiento,
malo entretenimiento.

Besos en pelotón,
azul de melocotón.
Labios que no siento,
risa entre el esperpento.

jueves, 27 de febrero de 2014

Con la a...

Aduladoras alabanzas aletean ante algunos arañando, así, ansiosas almas.
Arquéanse, ariscas aunque animosas, azorando aquellos amores ávidos.
Aunque amarguen ácidos agasajos, alumbran a atormentados amartelados.